Lisbeth van Rijn: la hermana del pintor. Rembrandt van Rijn |
Hacía un tiempo que no visitaba el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, una joya del arte que debería hacernos sentir orgullosos por la cantidad y calidad de sus tesoros. Recuerdo que, cuando se inauguró la Sala Hirsch con la donación de obras de esta familia, una obra entre las numerosas maravillas expuestas fue la que me cautivó: el retrato de Rembrandt de su hermana, Lisbeth van Rijn. En aquel momento, sentí como nunca antes estar viviendo un momento único, atrapada en la mirada de esta mujer, y sintiendo que vivía un instante privilegiado. Hoy, muchos años después, la busqué con la secreta esperanza de repetir tan fascinante experiencia, y con el temor de haber perdido para siempre esa posibilidad. Y entonces llegué frente a ella...
Y ahí estaba, otra vez la magia en un rostro que no sabría decir siquiera que es bello, otra vez la sensación de estar atrapada en el medio del sortilegio, otra vez la sensación de estar suspendida de todo, ausente del tiempo y del espacio, ausente incluso de mi cuerpo, solamente sintiendo una especie de opresión en el pecho que sube hacia la garganta y anega mis ojos en lágrimas... Éso es, ni más ni menos, un "hecho estético", la experiencia única e inigualable que algunas obras de arte (o incluso de la naturaleza), algunas piezas musicales, nos generan sin que podamos evitarlo, y permitiéndonos esos eternos minutos en los que palpamos la felicidad. En la naturaleza no hay intención, por lo tanto no puede hablarse con propiedad de "obra de arte", pero en una pintura, como en ésta obra de Rembrandt, podemos encontrar ese momento único de comunión entre la obra y el espectador, algo que en algún momento fue la experiencia suprema del artista, y que en el momento del encuentro se transfiere a quien la contempla.
La vieja magia estaba intacta, y entonces podría decir, sin equivocarme, que esta obra de Rembrandt es, sin ninguna duda, una "obra maestra". Los expertos podrán decirnos si se trata de la iluminación, de la perfección técnica, si del realismo de las pieles, las perlas o el rostro, si se trata de la expresión en su mirada... Pero lo que provoca el hecho estético es todo eso y algo más, algo inasible que quizá nadie descubra, pero que está, qué duda cabe, allí presente esperándonos para entregarse. Y si la experiencia hubiese sido única e irrepetible, podríamos concluir que se trató de una confluencia de elementos, muchos de los cuales están en la obra, pero otros tantos estaban en mí, espectadora. Pero tantos años después poder repetir semejante momento, nos dice que es LA OBRA la dueña de esa magia, la única capaz de generarla.
Invito a quienes me lean a buscar ese momento visitando el Museo, y si frente a ustedes, la bella Lisbeth también los atrapa, podremos decir que tuvimos la fortuna de compartir, en este tiempo y en este espacio, un retazo de felicidad. Lo capturamos y lo guardamos, como un regalo al que podamos contemplar cuantas veces queramos, y que siempre estará allí para nosotros.
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2 comentarios:
Entré a google a buscar esta obra, porque tenia un recuerdo. Hace aproximadamente un año visité el Museo de Bellas Artes y observé esta obra, siempre recuerdo la sensación que me causó aunque se me hacía dificil describirla en palabras. Mientras leía tu post parecía que yo lo había escrito, porque fue una sensación muy parecida a la tuya: "En aquel momento, sentí como nunca antes estar viviendo un momento único, atrapada en la mirada de esta mujer, y sintiendo que vivía un instante privilegiado.", "otra vez la sensación de estar atrapada en el medio del sortilegio, otra vez la sensación de estar suspendida de todo, ausente del tiempo y del espacio, ausente incluso de mi cuerpo".
Y así fue, creo que me falta una segunda visita, para ver si lo puedo experimentar nuevamente. Quería comentarte esto, porque encontre el blog por pura casualidad (o no), así funciona internet!
Saludos, Mauricio.
Qué bueno que ese milagro de algunos hombres pueda hacer que personas que no se conocen puedan experimentar una maravilla parecida. Me alegra por vos. Los momentos felices, si pueden compartirse aunque más no sea a través de las palabras, siempre son bienvenidos.
Gracias por tu comentario.
Saludos para vos.
Greta.
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