miércoles, agosto 26, 2015

De saqueos y restituciones. El ejemplo argentino.

Mármoles de Fidias (s.V a.C.). Frontis del Partenón.
 
Busto de Nerfiti, esposa de Akenatón.

La Victoria de Samotracia en el Museo del Louvre...
Los mármoles del Partenón en el Museo Británico...
El busto de Nefertiti en el Museo de Berlín...
Los tesoros egipcios de los Museos Vaticanos...

Estos son sólo algunos de los tesoros del patrimonio artístico y cultural que, en algún momento de la historia, y bajo distintas vicisitudes, incluso luego de complicados recorridos, han terminado engrosando los patrimonios de los más famosos museos del mundo, en lugar de permanecer en sus lugares de pertenencia.
También en América, los conquistadores europeos saquearon los tesoros riquísimos de las culturas autóctonas. Lo que en América abundaba y poseía un valor religioso, además de cultural, como el oro y la plata, engordaron las arcas de los europeos junto con obras de valor artístico-cultural... 

Las historias de saqueos y robos de obras de arte y la cultura son difíciles de mensurar. Y si bien muchas de estas obras fueron legítimamente adquiridas, muchas otras fueron producto de robos y expoliaciones, a pueblos, a culturas, a naciones, a familias enteras, a personas...
El príncipe Nebamón de cacería en el Nilo.
Los más frecuentemente desarragaigados fueron los objetos muebles: artesanías,  como las cerámicas áticas, bustos, joyas, sarcófagos egipcios, muebles, como los del tesoro de Tutankamón, pero otras difíciles de transportar (como pequeños templos) fueron desarmados y vueltos a armar (como puede verse en el Museo Metropolitano de Nueva York con el templo de Dendur), y otras, mucho más difíciles de extraer sin dañar fueron los bellísimos frescos egipcios. Uno de los más famosos (La cacería del príncipe Nebamón) engrosa los tesoros del Museo Británico, junto con muchos otros frescos y a otros tesoros del mismo o mayor valor. Muchas de las piezas de la tumba de Tutankamón, también forman parte del patrimonio del Reino Unido. Si bien fue un egiptólogo inglés el artífice de la búsqueda y el hallazgo de la tumba (Howard Carter) financiado por otro inglés, el aristócrata Lord Carnarvon, los tesoros se encontraron en el Valle de los Reyes, en uno de los sitios emblemáticos de la cultura y la religión egipcia, que tenían en el culto a la muerte como una especie continuación de la vida, entre sus principales creencias. Sacar esos tesoros que formaron parte del acompañamiento funerario de reyes o príncipes, es como violar la sacralidad de un ritoy una creencia considerándolos sólo como obras artísticas de inmenso valor, pero que no nacieron como obras de arte, sino como parte de un ritual sagrado y hecho para la eternidad.
Aquellas obras que no pudieron ser movidas, por su tamaño, por su conexión con el terreno, permanecen aún allí: algunas valorizadas y visitadas por todo el mundo (como las pirámides), otras han sido devoradas por el tiempo (como algunas pirámides y templos de Centroamérica) pero muchas, muchísimas otras, han sido tapadas definitivamente por construcciones posteriores, o directamente destruídas. Aún hoy podemos ver cómo, al mismo tiempo que siguen rescatándose obras artístico-culturales de otras épocas, otras son destruídas por guerras o saqueos. El caso más reciente es el de la destrucción de las ruinas de Palmira perpetrado por terroristas islámicos: Unesco-cataloga-crimen-de-guerra-destruccion-de-templo-en-Palmira-20150825-0867.html. La destrucción de obras de arte o del patrimonio cultural de algún pueblo no es nuevo, al contrario, pero deberíamos haber aprendido más de la historia para saber protegerlas y respetarlas. La UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) ha hecho su parte protegiendo muchas obras a la largo y ancho del planeta, catalogándolas como "Patrimonio de la Humanidad", categoría para nada respetada cuando de guerras, invasiones y/o bombardeos, terroristas o no, se trata. Por lo tanto, si se trata de decidir qué es mejor para una obra artístico-cultural producto del quehacer de algún pueblo o civilización, no resulta sencillo. 

¿La obra de arte o de cultura es patrimonio de la humanidad y por lo tanto debe ser preservada para el disfrute universal y como herencia también universal?
¿Debe respetarse el patrimonio del pueblo que le dio origen, y por lo tanto, gozar legítimamente de los beneficios que su exhibición genere?
¿Deben preservarse las obras de posibles pérdidas, deterioro, destrucción, tanto por efecto del tiempo, las inclemencias climáticas o el daño que podrían producirle conflictos bélicos?
¿Es posible separar a las obras de los pueblos y culturas que las generaron, o de sus herederos, y sacándolas de sus contextos?
Es cierto que, muchas veces, los pueblos desaparecen o son abandonados, otras son invadidos y diezmados, a veces una catástrofe natural (como le erupción del Vesubio, en Nápoles) sepulta a varias ciudades (Pompeya, Stabias, Herculano), y en esos casos, sólo queda al futuro tratar de rescatarlos de las ruinas y revalorizarlos. Pero otras veces, los pueblos son saqueados y sus tesoros apropiados, como pasó durante el nazismo y el saqueo impiadoso de todo tipo de objetos valiosos (además de millones de vidas humanas), y de obras de arte. Algunas historias recuerdan esos saqueos, como la recientemente estrenada película "La dama de oro" en la que se cuentan las peripecias de una mujer judía refugiada en los EEUU que intenta recuperar una valiosísima pintura (el retrato de su tía Adele, realizado por el austríaco Gustav Klimt), valiosa no sólo por su valor artístico. Se mezclan allí sentimientos familiares, identidades, sentido de pertenencia, tanto a su familia como a su propia cultura y la patria en la que se generó.
Retrato de Adele Bloch-Bauer. Gustav Klimt

Si bien Austria había creado un Comité para la Restitución de obras de arte, tratando de devolver a sus dueños las obras saqueadas por los  nazis, la lucha por la recuperación de la obra fue titánica, y no exenta de complicaciones no sólo jurídicas sino hasta políticas. Los austríacos ya consideraban suya la obra, comparándola con la Gioconda del Louvre, y perderla podría hasta llegar a generar una penosa pelea diplomática. La legítima dueña, María Altman, recuperó su obra, pero fue apenas un caso, y sirve como ejemplo para mensurar lo difícil que puede resultar no sólo decidir qué es lo mejor y para quiénes, sino cómo y en qué momento las obras alguna vez apropiadas deberían ser restituídas a su lugar de origen.

Nuestro país, como en otras cuestiones, parece ir a contramano de la tendencia general. Y así como destina importantes esfuerzos económicos a rescatar y revalorizar lugares, objetos, trabajo y talento, tanto cultural como artístico (recuérdese, por ejemplo, la reciente inauguración del Centro Cultural Kirchner en el antiguo edifio del Correo), tomó la valiente y ejemplar decisión de restituir a sus países de origen más de 4.000 piezas arqueológicas que pertenecieron al Ecuador y al Perú. 

Las piezas se encontraban desde 2003 en custodia del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. "De este modo, la Argentina se convierte en el primer país de Sudamérica en restituir patrimonios a otros Estados hermanos", informó la cartera de Cultura de ese país. Añadió que cumple así la Ley 25.743 de Protección de Patrimonio Arqueológico y Paleontológico, promulgada en 2003. (Argentina restituye miles de obras de arte a Perú y Ecuador).

 De esta manera, al mismo tiempo que se inauguraban 18 salas remodeladas del Museo de Bellas para exhibición de obras, tanto de artitas nacionales como extranjeros, pertenecientes al patrimonio del museo, se anunciaba esta restitución de patrimonio de otros pueblos hermanos. 
Siento orgullo de pertenecer a un país que valora su arte, su patrimonio cultural, que reivindica que el arte y la cultura sean de acceso público y gratuito pero que, además, sea ejemplo para muchos otros pueblos respecto de la restitución de un patrimonio que, en principio, debe volver a sus legítimos dueños, y que finalmente sean ellos quienes decidan que destino darle.
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La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

 Este contenido ha sido publicado originalmente por teleSUR bajo la siguiente dirección: 
 http://www.telesurtv.net/news/Unesco-cataloga-crimen-de-guerra-destruccion-de-templo-en-Palmira-20150825-0867.html. Si piensa hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y coloque un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. www.teleSURtv.net
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

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jueves, noviembre 07, 2013

Memoria de la escultura.

La elegía (detalle). Alexandre Falguière.
En el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires (hasta el 24 de Noviembre de 2013) se expone una serie de obras escultóricas que merecen ser vistas y valoradas. Algunas de ellas son originales, otras bocetos de los mismos artistas, otras más forman parte del Museo de Calcos y Escultura Comparada del IUNA (Ernesto de la Cárcova), pero todas ellas son de una inmensa calidad artística. Mármoles, bronces, arcilla, cera, son algunos de los materiales de las obras, y podemos encontrar desde calcos de obras muy famosas (como La Piedad, de Miguel Ángel, o El Beso, de Rodin) hasta obras menos conocidas, pero todas dignas de apreciarse. 

El período al que pertenecen las obras va desde finales del siglo XIX (1895) hasta comienzos del siglo XX (1914), y tal como dice la misma página del MNBA:

La muestra traza el camino de un grupo de escultores, desde su aprendizaje académico y el trabajo en el taller hasta la exhibición de sus obras en espacios nacionales e internacionales. Piezas de reconocidos autores argentinos y extranjeros del siglo XIX y principios del XX, como Lucio Correa Morales, Mateo Alonso, Francisco Cafferata, Víctor de Pol, Arturo Dresco, Pedro Zonza Briano, Antonio Tantardini, Jules Lagae, Auguste Rodin y Émile Bourdelle, forman parte del corpus de esculturas seleccionadas. (Ver nota completa en: Memoria de la escultura).

Algunos ejemplos, como para que incentivar la visita:
La Piedad (detalle). Miguel Ángel (calco).

El beso. Augusto Rodin (boceto del artista).

Triunfo de la verdad. Lucio Correa Morales.
La pena. Arturo Dresco.



















Y un video que muestra la trastienda de cómo se armó la muestra y quiénes fueron los protagonistas:
La colección de esculturas del MNBA es una muestra de los importantísimos tesoros que forman parte de su patrimonio, y que merecen ser conocidos.
¡Que la disfruten!
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